Ley Bove, Abodi: "Gracias a Edoardo y a los que ya no están. Veremos si lo sacamos adelante"
Con motivo de la rueda de prensa de presentación de la Ley Bove sobre primeros auxilios —celebrada hoy en la sala de conferencias del Palazzo Carpegna, en el Senado— intervino el ministro de Deportes Andrea Abodi: "Gracias, buenas tardes. Por así decirlo, hay cosas que deberían unirnos, pero no siempre salen como deberían, porque lo que habéis contado es una historia de intentos. Así que el agradecimiento va a Marco por esta oportunidad, pero ante todo a Diego Tavano y a Edoardo Bove, porque ellos me han 'movilizado'. Sabía poco, leí la documentación que me habían preparado y, en un momento dado, alguien me dijo que sería el único ministro en intervenir, pero el único no citado. No porque quisiera serlo, pero la verdad es que para implicarse en una situación como esta no hace falta un motivo personal: hace falta una sensibilidad que va mucho más allá, que incluso la precede.
Quizá haya una razón que no conocéis, que toca también mi vida. Me he enfrentado a este problema que afecta a 65.000 personas al año, una cifra tremenda. Si no tomamos conciencia, se convierte en rutina: nos acostumbramos demasiado fácilmente a todo. Las Torres Gemelas devastaron la vida de 3.000 personas, una vez. Y aquí cada año hay una guerra silenciosa, como otras guerras silenciosas: pienso en los accidentes de tráfico y en todo lo que implican y dejan tras de sí.
A mí me pasó hace 40 años. De repente, un primo mío de 13 años, jugando al fútbol en verano con sus amigos, se desplomó y se quedó en el suelo. Eran otros tiempos: menos conocimiento, menos información, menos conciencia. Pero hoy ya no podemos dejar que las cosas ocurran y darnos cuenta como opinión pública solo cuando afectan a un personaje conocido. Esas 65.000 personas, esa persona cada siete minutos, son la suma de dolores que no podemos ignorar ni dejar de ver.
La pregunta es: ¿cómo es posible que en diez años no hayamos sido capaces de avanzar? ¿Podemos decir que es un problema de costes? La primera reflexión es: ¿cuál es el valor de una vida? ¿Solo comprendemos de verdad el valor de la vida cuando nos toca de cerca? Probablemente sí. Quizá falte una cultura de la vida, que se manifiesta en muchos aspectos: en la vida negada y en la vida que no llega a nacer. Temas que, en conjunto, deberían exigirnos mucho más.
No sé qué piensan mis colegas de Gobierno de este camino, pero estoy convencido de que nos sentaremos todos alrededor de una mesa. Porque sí, siempre está el Ministerio de Economía, pero ante una cuestión planteada así, más allá de las valoraciones de cada cual, no podemos sino estar del mismo lado. Se lo debemos a quienes conocemos y a quienes no, pero reconocemos en el mismo dolor.
Pienso en Matteo y en todas las realidades que han tratado de dar sentido a la vida negada mediante un compromiso renovado y solidario, en el que uno se encuentra como si se conociera de toda la vida, aunque no sea así. Estamos todos en el mismo barco, vivimos la misma aventura de la vida. Y resulta incomprensible que no seamos capaces de ligar la formación y la educación sobre estos temas al tema prioritario, que es la vida. En las agendas educativas este asunto casi no entra. Se trata de pasada.
Hablamos a menudo de respeto, una palabra clave: si tenemos sensibilidad por el respeto en todas sus formas, el respeto a la vida se vuelve natural, prioritario. Quiero ver qué quedará, a 31 de diciembre, de este "año del respeto" que ha elegido Treccani: porque la sensibilidad nunca es suficiente. La actualidad nos demuestra cada día cuánto la necesitamos, en nuestra forma de pensar, actuar y relacionarnos. Vale para las cuestiones globales, pero creo que si el mundo decide tantas cosas, esas pocas que quedan en nuestras manos debemos gestionarlas bien, pronto y juntos.
Así que, en conclusión —que no es tal, sino un cierre que presupone un nuevo inicio—, este compromiso debe pertenecernos a todos. Es gratificante, para quien tiene responsabilidades institucionales, comprobar que somos capaces de no dividirnos en aquello en lo que todos estamos de acuerdo. La vida no puede sino estar en el centro de nuestras decisiones. No solo por nosotros aquí hoy, sino por los más frágiles, los más débiles, los más pequeños, a quienes debemos un mayor compromiso. No podemos decirles "no lo hemos conseguido", "no se puede", "nunca lo hemos hecho".
Estos diez años merecen un compromiso renovado que nos incluya a todos. Porque en la escuela es posible y necesario enseñar el respeto a la vida, la cultura de la vida, a través de todas las formas que permiten preservar la vida. Vale para la universidad, para quienes forman, para la sanidad, porque es un tema primordial. A veces da la sensación de que en el mundo de la salud hacen falta enfermos, cuando lo que necesitamos es salud. Queremos llegar antes, porque llegar después —decir palabras de circunstancia y no poder siempre alegrarnos por el susto superado— ya no nos basta.
Lo que te ocurrió a ti les pasó, en formas distintas, también a otros hombres del deporte. Lo de Morosini lo viví en primera persona, siendo presidente de la Lega B: era un chico de uno de nuestros equipos. Vale para Bovolenta, vale para Astori. Todos intentan mantener viva la sensibilidad y la atención, para dar sentido a quienes se quedan y al sacrificio de quienes se han ido. Y aun así nunca es suficiente. Estos días leemos también de dos runners fallecidos de forma súbita, del mismo club, de noche. Parece un colectivo golpeado por una patología inexplicable, imprevisible. No es así. Claro, si llegamos a hacernos un certificado falso con tal de correr, es evidente que es más fácil asumir riesgos. El riesgo no desaparece: se contiene, se limita, se previene de algún modo. Pero eso presupone conocer los riesgos. Más allá de que creo que cada uno es artífice de su destino, el Estado y las instituciones tienen el deber de poner a cada ciudadano en condiciones de preservarse a sí mismo, a los suyos y también a los demás.
Y el deporte tiene una responsabilidad que debe saber gestionar, por lo que representa como factor de socialización y como instrumento, canal de comunicación e información. Esto es aún más cierto no solo cuando en cada instalación hay un desfibrilador —que no quisiera que fuese solo una manera de decir "hemos cumplido la norma"—, sino cuando ese desfibrilador funciona y hay personas capaces de usarlo en el momento de necesidad. No es un trámite burocrático: es un salvavidas en toda regla.
Y entonces me pregunto por qué los protocolos formativos de entrenadores, instructores y maestros de cada disciplina no incluyen, además de la buena educación —que creo que hay que aprender para poder enseñarla, y quien no es capaz de representarla no puede enseñar—, también la capacidad de aprender y enseñar los primeros auxilios. Porque la enseñanza, a cualquier nivel, es una misión: o se es consciente de ello, sabiendo que va mucho más allá de la materia específica o de la disciplina deportiva, o no se puede desempeñar ese papel. Ese es el sentido de la Constitución: el valor educativo y social que reconocemos al deporte y el bienestar psicofísico que queremos preservar en todas sus formas.
De base está el hecho de que quien enseña debe haber adquirido competencias y conocimientos y debe poder transmitirlos. ¿Por qué en los protocolos del área técnica de todas las federaciones no se contempla también la formación en primeros auxilios?
Tenemos un montón de cosas por hacer. No es una conclusión: aquí no hay un punto, hay una coma. Ahora nos toca a nosotros. Hemos llenado unas cuantas páginas de cosas que decir y hacer, pero quedan muchas en blanco: llenémoslas juntos.
Al margen de los aspectos financieros, que hay que evaluar con atención para evitar acciones impropias, debemos saber dar sentido a cada euro necesario para implementar esta medida. Creo que el consenso que podemos reunir entre todos —Gobierno, Parlamento y sociedad civil— puede permitirnos un trámite rápido, sin superficialidades. Los procedimientos parlamentarios permiten avanzar con rapidez, pero con rigor, en las dos comisiones y llegar pronto al Pleno.
A ver si somos capaces de hacerlo: gracias a Edoardo, pero sobre todo gracias a los que ya no están, a su memoria y al respeto que debemos a quienes les han querido y siguen viviendo con ese dolor. Veremos si lo sacamos adelante. Soy optimista"



