El fútbol de ataque en la era del catenaccio: por qué Galeone fue un grande pese a no ganar títulos
Giovanni Galeone fue un icono pop entre los entrenadores italianos. Su apuesta por la zona, su 4-3-3 que rompía los esquemas en un fútbol, el italiano, plagado de estrellas pero dominado por el catenaccio y el marcaje al hombre. En Pescara es toda una institución; en Perugia fue destituido porque Luciano Gaucci no soportaba la idea de que fuese más popular que él. Inspiró a una nueva generación de técnicos, que recogieron sus conceptos y los llevaron a la modernidad: Gian Piero Gasperini y Massimiliano Allegri son dos de las grandes referencias en Italia y en aquel Pescara eran las estrellas del centro del campo.
Nunca dirigió a los grandes, aunque estuvo cerca: parecía a un paso del SSC Napoli de Diego Armando Maradona (se sentaría años después, en un SSC Napoli venido a menos y abocado al descenso), Dino Viola tenía el contrato listo para él en la AS Roma. Y hasta el Ac Milan de Berlusconi, con el que —palabras textuales de Galeone— se quedó charlando de fútbol hasta las cinco de la madrugada, se prometieron volver a hablar, algo que nunca ocurrió.
A pesar de ello, Galeone brilló igual y para Pescara siempre fue casi una divinidad: el ascenso a la Serie A en 1987 con un equipo repescado nueve meses antes. La permanencia en 1988, la única en la historia de los abruceses en la máxima categoría. Y otro ascenso, en 1992. El partido que le dio a conocer en toda Italia: Inter FC-Pescara, 13 de septiembre de 1987. Un equipo de provincia, recién ascendido, que sale a ganar en San Siro y pasa por encima a los nerazzurri: 0-2, goles de Galvani y Slišković, este de penalti.
Unos años más tarde asustaría al Ac Milan de los invencibles, en el Adriático: ganarían los rossoneri de Savicevic, Van Basten, Gullit y Lentini por 4-5, pero aquel valiente Pescara llegó a ponerse 4-2. Giovanni Galeone fue la demostración viviente de que no hace falta ganar títulos para entrar en el imaginario colectivo.



