Tudor, destituido, pero el problema está en la cúpula: por tercer año consecutivo la Juve cambia de técnico con la temporada en marcha. Un club sin visión: muchos aficionados añoran a Andrea Agnelli
Que la Juventus haya cambiado de entrenador con la temporada en marcha por tercer año seguido es un hecho casi inédito en la historia gloriosa del club bianconero. Al principio fue el numerito de Allegri, sin chaqueta, tras ganar la Coppa Italia. La agitación, las reacciones y las declaraciones del técnico livornés después del triunfo ante el Atalanta empujaron al club a adelantar una decisión que ya estaba tomada: destituirle. La Juve cerró aquella campaña con Paolo Montero en el banquillo y luego anunció a Thiago Motta, con quien Cristiano Giuntoli había sellado hacía tiempo un pacto de hierro.
Giuntoli y Motta debían ser los hombres fuertes sobre los que construir la nueva era: entrenador y dirigente alrededor de los cuales levantar un proyecto ganador y duradero. Todos sabemos cómo acabó: el técnico italo-brasileño fue destituido el pasado marzo; al final de curso llegó el divorcio con el dirigente toscano para hacer hueco a Comollì, que este verano ratificó al interino Igor Tudor tras los no de Conte y Gasperini. Una apuesta tibia y, ante los primeros apuros, el croata pagó el pato. La primera destitución de la Serie A 2025/26, su salida al día siguiente de la derrota ante la Lazio y en pleno tour de force, obliga a la Juventus a ascender a Brambilla desde la Next Gen para el partido de mañana ante el Udinese. Después llegará un nuevo técnico y, sea quien sea, tendrá un reto mayúsculo: devolver a la Juve a lo más alto sin una gran estructura por detrás.
No será sencillo, porque el problema sigue ahí. Falta una visión a medio y largo plazo; falta una cúpula a la altura de la historia de la Juventus. En tiempos recientes, junto al presidente Andrea Agnelli, Paratici, Marotta y Nedved construyeron el ciclo de éxitos nacionales más largo en la historia del club: varios dirigentes de peso, cada uno con sus competencias, todos con currículos y experiencia de primer nivel. Directivos que el club supo captar y que luego se ganaron el sitio.
La Juve de hoy es, en cambio, una puerta giratoria. John Elkann optó este verano por la enésima revolución y entregó todos los poderes a Damien Comollì, por ahora más acaparador que líder. En la última semana, el dirigente francés envió a Chiellini y Modesto ante los micrófonos para asegurar que la Juventus tenía plena confianza en Tudor, palabras desmentidas de forma fulminante por los hechos en cuestión de días.
Así es difícil construir dirigentes creíbles; es complicado volver a ver a la Juventus en la élite. Con la consecuencia de que muchos aficionados, a estas horas, echan de menos a un Andrea Agnelli que quizá se pasó de frenada fichando a Cristiano Ronaldo. Que, sin duda, subestimó la importancia de Giuseppe Marotta y luego pagó la factura al exponerse financieramente justo antes de la llegada del Covid. Que imaginó la Juve del futuro en un escenario que cambió a toda velocidad y, con ello, cometió múltiples errores que marcaron el principio del fin.
Sin embargo, Agnelli era un auténtico presidente de fútbol. En trece años de mandato cambió seis entrenadores, pero nunca con la temporada en curso. Apostó por un grupo directivo al que eligió y defendió con el paso de los años. Creó el proyecto Next Gen, luego malvendido por otros cuando empezaba a dar frutos. Había construido una Juventus muy distinta a la que ha montado John Elkann tras su adiós: una entidad que hoy hace y deshace con una ligereza preocupante. Un club que pasa demasiado rápido de una revolución a otra sin tener clara la dirección hacia la que quiere ir.



