Pereyra: 'Pensé que en la Juve acabaría de utillero. Allegri, un auténtico hombre de vestuario'
Roberto Pereyra es actualmente jugador del AEK Atenas, pero en el pasado vistió las camisetas del Udinese y de la Juventus en Italia y, en su entrevista con Cronache di Spogliatoio, recordó su llegada al Friuli: 'Nada más llegar hubo problemas con el contrato: algo no cuadraba. Estuve 2-3 días en el hotel. Luego me dijeron: "Quizá tengas que volver a Buenos Aires". Y yo: "¿Y ahora qué c*jones hago?". Ellos: "O firmas así, o nada". Yo no quería otra cosa: "Estoy aquí para jugar al fútbol. Arreglemos todo: quiero quedarme"'.
La Serie A era una oportunidad importante.
'Fue largo, pero no quería dar marcha atrás. En Udine lo di todo: me pasaba días enteros entre entrenamientos, reuniones, concentraciones, dejando a la familia en segundo plano, pero se quedarán para siempre en mi corazón'.
El técnico a mi llegada era Guidolin.
'Una vez le dije: "Te habría querido pegar por cómo me trataste los primeros seis meses en el Udinese". Nos echamos a reír. Era un tipo nervioso, siempre gritaba en los entrenamientos. Yo pensaba: "¿Pero qué hace este señor?". Al principio en Udine fue complicado: allí a las 20 ya habían cenado; yo a esa hora salía a hacer la compra... y estaba todo cerrado. Además no entendía el idioma, los entrenos eran diferentes. Todo era nuevo: táctica, alimentación. Lo pasé realmente mal'.
Y, de hecho, fue una incógnita.
'Guidolin fue un maestro, pero al principio no me hacía jugar. Volvía a casa gritando: "Me voy, no juego y no sé por qué". Aguanté concentraciones, viajes, dobles sesiones. Me decían: "Pereyra, tienes que mejorar aquí y allá". Y yo iba. Lo hacía todo, luego llegaba el día del partido y el míster decía: "Esta es la alineación, al banquillo van estos y a la grada estos tres". Entre esos tres siempre estaba yo'.
En Navidad cambió todo.
'Pensé: "Es mi momento. Vuelvo a casa una semana y regreso". Allí renací. Cambió algo dentro de mí. De estar en el banquillo sin jugar durante muchas jornadas a ser titular durante 2 años. Desde entonces Guidolin ya no me sacó del campo. Jugué en todos los puestos del centro del campo. Al final tengo que darle las gracias'.
¿Cómo era Di Natale?
'No era normal. Se entrenaba dos veces por semana: hacía la última sesión, se presentaba al partido y te hacía ganar. Cuando se entrenaba, cogía a un portero del filial y empezaba a chutar: faltas, penaltis, disparos. Todos gol. Yo le miraba y me quedaba con la boca abierta. Intentaba imitarle, pero nada. Fue el más fuerte con el que compartí vestuario en aquella época'.
¿Quién más destacaba de verdad?
'A mí me encantaba Muriel; quizá no marcaba tanto, pero tenía un talento increíble. Luego estaban Benatia, Handanovic, Zielinski: era un Udinese fuerte. Y después Bruno Fernandes: por entonces no era titular, pero luego se transformó. Ya se le veía la calidad, el talento... y, sobre todo, la personalidad'.
Luego estuvo también en el Watford.
'A mi llegada estaban Okaka, al que había conocido en el Watford, y De Paul. Luego llegó también Deulofeu. Cuando me dijeron que el Udinese me quería de nuevo, acepté sin pensármelo: con ellos podía volver a divertirme'.
Háblenos de su llegada a la Juventus.
'Cuando supe de su interés dije: "¿A qué voy? Como mucho de utillero". En aquella Juventus había auténticos monstruos: por delante tenía a Pirlo, Pogba, Marchisio, Vidal. Sabía que empezaba por detrás, pero tenía que competir. Nunca sabes lo que puede pasar. Pensaba: "Ve y mira. Igual a la semana te dicen 'gracias, Pereyra, puedes irte'". Aún recuerdo sus primeras palabras: "Aquí se juega solo para ganar". Yo, en silencio, pensaba: "J*der"'.
¿Y con Allegri, cómo fue?
'Me demostraron que me querían de verdad. Para el míster yo era el primer recambio, pero jugué mucho también como titular. Lo daba todo y Allegri lo veía. Era un auténtico hombre de vestuario: reía, bromeaba, se le oía gritar por el pasillo. A veces entraba con la toalla al hombro... y me decía: "Venga, Tucu, vamos a la sauna". No te lo esperas de un entrenador, pero era una forma de unir al grupo. No te regalaban nada. Un día no fui a hacer una activación antes de un entrenamiento. El míster vino a por mí: "¿Por qué no fuiste?". Y yo: "Míster, estoy un poco cansado". Él: "Así no, eh; la próxima te vas"'.
También jugó una final de Champions.
'Explicar lo que se siente en esos momentos es difícil. Tienes todo alrededor: flashes, tele, gente. Pero ahí no haces caso: solo quieres jugar. Toda la semana se habló de eso. Buffon, Bonucci, Barzagli, Chiellini estaban tranquilos. Se notaba, siempre. Pero en los entrenos iban a tope. En la Juventus era como jugar un partido cada día. El nivel era altísimo. Llegabas al domingo sabiendo que ibas a ganar'.
¿Por qué se dejó tentar por el Watford?
'Al principio me preguntaban: "Pero vamos a ver: tú estabas en la Juventus y te has venido aquí. Algo no cuadra". Y yo me quedaba como un gilip*llas. Respondía: "¿Qué iba a hacer? Yo he venido para jugar al fútbol". En ese momento no me daba cuenta de que había estado en la cima del fútbol mundial. No debería haberme ido: ese será para siempre mi arrepentimiento. Durante mucho tiempo fue una herida abierta, me dolía. Si hoy me dijeran: "Tienes 23 años, estás en la Juventus, ¿te quieres ir con otros tres años de contrato?". Diría: "¿A dónde vas? Imposible. Ni de broma". Pero en aquel momento pensaba: "Si me quedo y no juego durante tres años, ¿qué futbolista soy?". Igual habría acabado volviendo a la Serie B'.
¿Y en Inglaterra, cómo le fue?
'Me levantaba, abría la ventana: lluvia. Siempre. Decía: "¿Pero dónde me he metido? ¿Cuándo c*jones sale el sol?". Lo veía una vez al año. Fue duro, también porque no hablaba inglés. Recuerdo a Mazzarri que me rompía los c*jones, en broma: "Eh, Tucu, ¿cuándo vienes al Watford?". Acepté. Pero no me arrepiento: también esa elección me ha hecho ser lo que soy hoy'.



