El Inter FC, en la guarida del Genoa CFC. Chivu desafía a De Rossi: Marassi, una trampa

No es fácil moverse por las calles de Marassi, donde las colinas y el mar abrazan uno de los barrios más sugerentes de Génova. En ese escenario angosto, tampoco el Inter FC tiene mucho margen: está obligado a ganar tras el KO en Champions ante el Liverpool FC. Lautaro Martínez y compañía salen al césped del Luigi Ferraris, un estadio que se te echa encima, la guarida del Genoa CFC reanimado en juego y espíritu por el efecto Daniele De Rossi. Cristian Chivu, igual que su colega y amigo, exige un partido perfecto, en actitud y en enfoque. «La realidad del campo es distinta de lo que algunos quieren decir», subrayó el técnico rumano, poniendo el acento en que el rendimiento no siempre ha tenido premio en los resultados. Para encender la luz del triunfo hará falta también un Inter FC trabajador, capaz de embarrar el partido y de ensuciarse cuando toque. Mono de trabajo, sin americana ni camisa. Antes de Arabia, un tramo de la ruta hacia el Scudetto se juega en la ciudad de la Lanterna. Entre edificios históricos y nuevos horizontes.

Del centro del campo al ataque, el Inter FC cambia
Cristian Chivu no ha trazado el once que en unas horas pisará Marassi mirando al mar. El técnico rumano se guía por el trabajo diario en Appiano Gentile y por las últimas prestaciones del equipo. Çalhanoglu sueña con un retorno exprés para la Supercopa, aunque parece misión imposible. Así, Zielinski llevará la manija del centro del campo del Inter FC, completado por Barella y Sucic. En la izquierda, Carlos Augusto y Dimarco se disputan el puesto; arriba, el único fijo es Lautaro Martínez. A su lado, una plaza para tres aún por decidir. Detrás, la línea de tres estará compuesta por Akanji, Bisseck y Bastoni.

Nunca perder la esencia. Chivu y una idea clara
Cambian los nombres, no la filosofía. Lo reiteró ayer Chivu: «Siempre hemos intentado llevar al campo nuestros principios. Me aferro a nuestra identidad». El ideario del técnico nerazzurro es simple, al menos sobre el papel: el equipo no debe especular; quiere ser dominante, tanto en la Serie A como en la Champions League. Ese espíritu, que encarna el entrenador rumano, debe adaptarse también según el partido y el rival. Dominantes y con oficio, capaces de oler el peligro cuando se acerca. Chivu pide todo eso y algo más a un grupo que compite en todos los frentes. «Decían que estábamos acabados, pero ahí seguimos», remarcó Chivu, muy consciente de que el grupo necesita sentirse vivo. Dejando en el cajón los fantasmas de la derrota.