Spalletti: recuperar a esos dos vale más que el Scudetto. Por qué nadie quiere un Ac Milan-Como en Perth: dos grandes malentendidos y una posible ocasión perdida
Bien en el debut y, después, el clásico empate gris. La Juventus de Luciano Spalletti, desde su presentación, apunta al Scudetto como la Vecchia Signora debería hacer siempre por ADN y se está topando con las dificultades de siempre. Es demasiado pronto para decir algo con sentido e incluso se corre el riesgo de sobreestimar o infravalorar el impacto del técnico de Certaldo, que apenas ha podido encadenar un par de entrenamientos de verdad. Ha demostrado, eso sí, cómo actúan los grandes entrenadores cuando se topan con problemas: se inventan soluciones. De los primeros días de Luciano en bianconero, lo mejor visto son dos señales; no tienen nada que ver con los resultados y serían oro puro si se confirman en las próximas semanas. Seamos claros: por encima del Scudetto hay poco para un equipo que ha ganado más que nadie y no lo levanta desde hace seis años. Es una provocación, sí. Pero hasta cierto punto: la Juve puede volver a ganarlo incluso la próxima temporada, especialmente si Spalletti siguiera en el banquillo.
A Teun Koopmeiners y Dusan Vlahovic, en cambio, solo puede recuperarlos ahora. Al neerlandés hay que devolverlo al fútbol: quizá costó demasiado —en Atalanta BC no regalan nada—, pero seguro que el futbolista visto en Bérgamo no tiene nada que ver con el de Turín. La reconversión a defensa, que confirma cuánto conocía y seguía Spalletti al jugador desde hace años —ya hizo ese papel en Países Bajos—, puede ser realmente un nuevo camino. Las mejores intuiciones, al final, llegan casi por accidente: ahí está Calhanoglu, colocado como mediocentro por Inzaghi porque no tenía a quién más poner y hoy indiscutible en el Inter FC. En cuanto a Vlahovic, al serbio hay que devolvérselo a la Juventus, porque sigue siendo el mejor ‘9’ de la plantilla y probablemente la mejor opción posible frente a cualquier nombre de mercado. Es posible, quizá incluso probable, que esta luna de miel sea flor de un día, pero si a Spalletti le sale convencer a Dusan de firmar un nuevo contrato con los bianconeri —por cifras humanas, se sobreentiende; a fin de cuentas, 12 millones al año no se los paga nadie, con todos los respetos—, sería un golpe maestro mucho más importante de cara al futuro que muchas victorias. Quizá incluso más que el propio Scudetto. O quizá no.
Nadie quiere un Ac Milan-Como en Perth. Y no hablamos de entrenadores, jugadores o aficionados, sino de los grandes decisores del fútbol mundial. No lo quieren ni Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA que ha tenido que decir que sí para evitar un bis de la sentencia de la Superliga, ni Gianni Infantino, número uno de la FIFA que no podría decir que no porque ya tuvo que ceder con LaLiga en el pasado. Por eso, entre Nyon y Zúrich, todos esperan que intervenga la confederación asiática, que tiene dos de tres respuestas para desmontar los planes de la Serie A (volveremos sobre ello): además del “no”, algo difícil de justificar —al margen de las presiones del entorno de Ceferin—, también cabe la posibilidad de aplazarlo hasta que sea demasiado tarde, obligando a quienes quieren ir a Australia a dar marcha atrás. Un poco como ocurrió con España. Ojo con no engañarse, eso sí: más allá de los bonitos principios, UEFA y FIFA no quieren este partido porque —sea buena idea o no— abriría una frontera inédita y supondría un golpe de orgullo de una liga nacional. Esos torneos que ambos organismos sueñan con estrangular bajo el peso de sus macrocompeticiones, se llamen Champions o Mundial de Clubes. Follow the money, que decía alguno.
En cuanto a la oposición interna al viaje, hay dos grandes malentendidos de base. El primero tiene que ver con el origen del partido, más allá de la propuesta que Lou Sticca contó en estas mismas páginas y que muestra la otra cara de la moneda. Se armó la marimorena tras admitir Luigi De Siervo, CEO de la Serie A y gran protagonista de memes (también en los chats de sus hijos), que fue una idea del Ac Milan. En Via Aldo Rossi no sentó nada bien, después de que durante semanas se señalara a la Serie A como la “culpable”. Y, sin embargo, bien contado —y, por ejemplo, haciéndoselo saber a sus propios estamentos para templar las declaraciones—, podía haber sido la ocasión de explicar a los aficionados que no eran los malos de la película los que querían ir a Australia, sino que quizá había una idea detrás de todo esto. Que luego Australia sea o no el destino más sensato es otro debate: Estados Unidos, en términos de retorno de imagen y, sencillamente, por geografía (distancias, vuelos, temperaturas en plena lucha por el Scudetto), habría tenido mucho más sentido.
El otro gran malentendido es la supuesta rareza de la operación, que de rara tiene poco. Resulta curioso, por ejemplo, que entre los presidentes de la Serie A —que votaron el sí por unanimidad— se haya posicionado contra el viaje australiano Urbano Cairo, cuyo Giro de Italia desde hace sesenta años incluye etapas o salidas en el extranjero. Podrá gustar más o menos, pero hay que reconocer, como apunta el propio De Siervo, que todas las grandes ligas de todos los grandes deportes del mundo llevan décadas haciendo lo mismo y nadie se ha escandalizado. Quizá —aunque no sea en Australia— disputar uno de los 380 partidos de un campeonato en el extranjero sea realmente el futuro y, paradójicamente gracias a la retirada española, se podía haber sido los primeros. En cambio, todo apunta a que se quedará en una gran ocasión perdida. También por cómo se ha contado.



