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Totò de Arabia: Conte, bien el primer título del curso (¿y el sucesor?). Ahora, que evite el ridículo europeo. El Milan-Como en Perth nació torcido: la Serie A, aplastada en la lucha de poder entre Infantino y Ceferin

Totò de Arabia: Conte, bien el primer título del curso (¿y el sucesor?). Ahora, que evite el ridículo europeo. El Milan-Como en Perth nació torcido: la Serie A, aplastada en la lucha de poder entre Infantino y CeferinTODOmercadoWEB.es
Hoy a las 12:01Editorial
Ivan Cardia

Totó de Arabia derrota a Vincenzo Iraniano. Habría sido un buen titular, mejor no tocar la autoironía de nadie. En Riad gana Antonio Conte y el SSC Napoli se lleva el primer título de la temporada. Es posible, quizá incluso probable, que no sea el único: los partenopeos tienen plantilla (como el Inter FC) y entrenador (como el AC Milan), y siguen siendo los grandes favoritos al Scudetto. En el escenario semidesolado del Al Awwal Park se disputó también el duelo entre el presente —seguro— de De Laurentiis y el probable futuro: Vincenzo Italiano es un técnico extraordinario y el presidente del SSC Napoli le aprecia desde hace años; las palabras de estima hacia Conte eran sinceras y es muy improbable que Antonio siga más allá del segundo año a los pies del Vesubio. No sería un relevo del todo natural (tienen dos ideas de fútbol distintas), pero cuesta imaginar a alguien mejor que el actual técnico del Bologna FC —que con el Bologna aún puede darse muchas alegrías— para tomar las riendas del Napoli cuando Conte se despida. Con la Supercopa en el bolsillo, le queda una gran misión que no es solo el Scudetto: el Napoli no puede quedarse fuera de las 24 mejores en la Champions. Ni siquiera serviría de nada a nivel de calendario —en enero, con el nuevo formato, hay que jugar sí o sí en Champions—; sería un papelón inaceptable para los campeones de Italia y las cuentas del club no lo perdonarían. Asegurados al menos los play-offs —que no es fácil—, Conte y el Napoli tendrían margen para despedirse de Europa si de verdad distrae, pero hablamos del mínimo exigible. Y de un entrenador que, tras demostrar de sobra que es el mejor en Liga, no puede sembrar dudas cada vez que juega competiciones europeas.

El AC Milan-Como no se jugará en Perth, sino en el querido y viejo San Siro, mientras dure. Lejos de afirmar que fuese una gran idea: el fútbol italiano no se relanza disputando un partido de Liga al otro lado del mundo. Pero era una idea, y parte del problema está justo ahí. A costa de la Serie A —que también tendrá lo suyo— se jugó un tiempo más del largo partido entre UEFA y FIFA, que no deja espacio a nadie más. Ceferin dio un sí a regañadientes para destapar el vacío normativo global, pero al minuto siguiente se movió para que llegara un no en el largo proceso de autorizaciones. Y llegó, casualmente, desde Asia, donde es fortísimo su aliado Nasser Al Khelaifi. Pero vamos por partes. Infantino dio un sí informal —hacía falta el OK del Consejo de la FIFA—, dilatando los tiempos porque paladeaba el naufragio que al final llegó puntualmente. Se detestan y no lo esconden, pero en algo coinciden: solo ellos (cada uno para lo suyo, claro) tienen derecho a organizar nuevas competiciones y alterar el statu quo del fútbol. Si lo hace otro, hay que tumbarlo desde el principio. Es la enésima prepotencia contra las ligas nacionales, que corren el riesgo de desaparecer trituradas entre nuevas Champions, Mundial de Clubes y demás. Que el partido naciera torcido ya es otro cantar.

El Milan-Como nació torcido porque estuvo rodeado de declaraciones inverosímiles, y de un clima comunicativo equivocado. Nunca se entendió quién había ideado este partido: cuando De Siervo dijo las cosas como eran —es decir, que todo partía del AC Milan—, en via Aldo Rossi se molestaron al instante. Como si fuera una afrenta haber pensado en ir a Australia. Ahí, en esa vergüenza, se esconde el gran problema de comunicación de este encuentro que al final se jugará en Italia: fue una idea —buena o mala— contada mal desde el principio. Tampoco ayudó la frase del propio Simonelli sobre que no había estadios más cercanos que el de Perth (nacida de la necesidad de vender como 'excepcional' lo que en realidad debería convertirse en norma). Pero basta mirar a los autores de las principales críticas: Rabiot, Maignan, en parte Allegri y, seguro, Fábregas. Vale la libertad de opinar, y también que en Como en los últimos días estaban algo hartos de no saber cómo iba a acabar la historia, pero, ¿es concebible que dos clubes internacionales que decidieron (porque lo habían decidido) ir a Australia no sean capaces de pactar una estrategia de comunicación con sus estrellas?

Este partido, en cambio, se podría haber revestido de otro relato —ir a Estados Unidos quizá habría tenido más tirón y habría sido más fácil de explicar—, que lo habría hecho más digerible para los aficionados. Y luego no se cayó por la objeción de los aficionados: el partido no se jugará en Perth por los motivos geopolítico-futbolísticos citados y, formalmente, porque la confederación asiática, que había dicho sí porque no podía hacer otra cosa pero en realidad quería decir no, impuso condiciones adicionales absurdas, después de la francamente inaceptable sobre los árbitros. La Lega Serie A y el gobierno local deberían haber dado garantías económicas para cubrir cualquier sanción: cláusulas leoninas. También lo era la de los árbitros, y de hecho el partido se habría encallado igual, porque la encajaron fatal todos: la FIGC, el CONI, la AIA, Collina. Si, en cambio, se hubiera creado el clima adecuado —y, digámoslo: si no era una genialidad, tampoco habría sido un escándalo jugar un partido en Australia, aunque solo fuera para hacer ruido y ser los primeros—, el naufragio del proyecto se habría interpretado como una bofetada al fútbol italiano, y no como una victoria de las hinchadas que, en esta y en otras ocasiones, no han pintado nada, utilizadas como comodín según convenga al discurso.

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