Milan: la magia de Allegri. Inter: los delirios sobre Lautaro (y por fin un poco de fealdad). Napoli: rectificación sobre Conte. Árbitros: los inaceptables protocolos volátiles. Fiorentina: Dzeko y el pacto. Y la sentencia Vardy…
El elenco de Carlo Conti para el próximo Sanremo es como el editorial de aquí abajo: inquietante. Pero antes de juzgar, toca escuchar. Y vale también para este articulazo. Así que, buena lectura.
Aunque no se pueda decir ni escribir, Allegri estuvo de genio porque desactivó en un instante el enésimo delirio arbitral. Hablamos del AC Milan-Lazio, del penalti que por suerte no fue penalti y se convirtió en una falta que tampoco era falta. El follón de siempre. Y sí: Allegri volvió a ser el arma extra del Milan porque supo explotar a lo grande esa tarjeta roja. Se fue directo al árbitro, le hizo ver que, junto con los amigos del VAR, estaban montando un lío de cuidado; acabó expulsado, pero al mismo tiempo sembró la duda. Y la duda derivó en una decisión estrambótica (“pito una falta que no existe”), pero correcta (“no señalo un penalti que no es”). Moraleja: los árbitros siguen con problemas serios, Allegri no. Por eso (junto a Rabiot, Modric, Maignan, Leao y todos los demás, por supuesto) es absolutamente normal que el Milan aspire al Scudetto.
¿Y por qué los árbitros siguen teniendo tantos problemas? Cada cual tiene su teoría. La nuestra es casi banal. No nos molesta que, de repente, los colegiados y los del VAR hayan decidido tirar abajo ciertas barreras anticuadas y hablen entre ellos como en la peluquería (quién pudiera). Está bien: deben poder discutir y encontrar siempre la solución correcta. El problema es que esto… no estaba previsto y ha nacido sobre la marcha. Y, francamente, ni siquiera se ha comunicado. ¿Puede ser creíble un colectivo que empieza la temporada con un protocolo, lo cambia a mitad de camino y ni lo explica con claridad? Respondemos nosotros: no. Así que, viva que los árbitros hablen con los del VAR todas las veces que quieran, pero que lo oficialicen, porque si no la gente no entiende, se enfada y con toda la razón.
El Inter viene de una semana que, si queremos, podríamos definir como esperpéntica: jugó dos partidos a gran nivel y los perdió. Disputó otro por debajo de su estándar (mérito de un gran Pisa) y lo ganó. Alguno dirá “así no se va lejos” y, sin embargo, este pragmatismo recuperado es la mejor noticia para Chivu: perder jugando mal es horrible, perder jugando bien frustra, ganar jugando bien es lo mejor de lo mejor pero… ganar jugando mal es esencial si aspiras a los títulos.
Y fue, cómo no, la semana de los palos a Lautaro Martínez, que “nunca es suficiente”: es bueno pero no como los gigantes, aparece pero debería aparecer más, marca pero solo a los pequeños… y toda una serie de sandeces que vamos a despachar rápido. Lautaro Martínez es una bendición para el Inter y, en cierto modo, también para el campeonato. Nuestra Serie A, por mil razones que ya conocéis, ya no es el destino preferido de los grandes: se escapan o llegan con 40 años (véase Modric o Vardy). Lautaro, al contrario, se queda porque es lo bastante inteligente para entender una ley no escrita: “Si estás a gusto en un sitio, quédate”. Darle la brasa por un par de partidos flojos es cansino: 250 partidos y ya rozando el podio de máximos goleadores históricos del club deberían bastar para callar a los gruñones, que volverán a aullar en la próxima luna llena. Allá ellos…
Y vamos con la habitual rectificación. Mea culpa. Pensaba que la ya célebre “espantada de Conte” era el preludio de un batacazo y, en cambio, el técnico campeón de Italia ha logrado algo nada sencillo: retomar las riendas de su equipo… aflojando las bridas. Una suerte de oxímoron que, junto a un ajuste táctico acertado, ha traído un cambio de rumbo evidente. No es la primera vez que, con una plaga de bajas, Conte saca un conejo de la chistera. Y si lo hace siempre… será porque es muy bueno (para entendernos: esta vez el conejo se llama Neres, ahora mismo muy enchufado).
La Fiorentina está claramente en un bache psicológico que se cura más con zanahoria que con palo. Por eso la imagen de Dzeko cogiendo el megáfono y hablando a la afición es tan significativa y retrata la grandeza de la persona antes incluso que la del futbolista. Solo la unidad —club, vestuario y grada— puede provocar un giro. El entorno parece haberlo entendido y, si es así, habrá demostrado una lucidez enorme y clave.
Y por último, Vardy, que es muy bueno, que quede claro. Pero que un jugador de 38 años, para mantenerse en su nivel, elija venir a la Serie A… certifica tristemente el nivel de la propia Serie A.
Y con este chute de optimismo les deseo a ustedes una espléndida Inmaculada.



