Gianluca Rocchi lanza un mensaje a las estrellas de la Serie A: se acabaron las exageraciones
Más de dos horas de debate sobre el arbitraje y, sobre todo, sobre el VAR. En el iliad Ibc de Lissone tuvo lugar un encuentro entre el designador arbitral Gianluca Rocchi y los medios, al que también asistió TMW. Durante la charla, Rocchi puso sobre la mesa algunos datos, ese marco general que a menudo se pierde de vista: uno de los primeros objetivos de su gestión, por ejemplo, fue reducir el número de colegiados. De los 52 árbitros de 2021/22 se ha pasado a los 42 actuales: no por recortar costes, sino para aumentar la rotación y, en consecuencia, acumular más experiencia.
En cambio, el colectivo de Video Match Officials, es decir, VAR y AVAR, se ha ampliado de forma notable: de cuatro a 25 en cuatro años, con muchas incorporaciones. Otro reto es rebajar la edad media de los internacionales: Italia ha pasado de 41,7 a 38,3 años, aunque aún le queda camino en el contexto europeo. También se trabaja en el número de faltas: hoy la Serie A promedia 25,44 por partido. Es la cifra más alta de las cinco grandes ligas (la Premier League está ligeramente por encima de 21), pero el gran problema es la total falta de homogeneidad entre encuentros: el mismo árbitro, Zufferli, pitó en el primer tiempo del Cagliari-AS Roma la misma cantidad de faltas que en todo el derbi de Turín.
En cuanto al VAR, la percepción suele engañar: en la Serie A, por ejemplo, se usa mucho menos que en la Champions League (una OFR cada 3,5 partidos frente a una cada 2,8, aproximadamente) y con datos muy alejados de la Premier League (una OFR cada 6,5 partidos de media). El gran tema de debate sigue siendo el protocolo, que podría incorporar cambios próximamente; conviene aclarar que no dependen del AIA, sino del IFAB. Entre las posibles novedades, que el VAR pueda intervenir en la segunda amarilla. Y Rocchi, como muchos árbitros italianos, ve con buenos ojos una medida ya implantada por la FIFA: los dos minutos fuera del campo tras una atención médica, para disuadir las teatralizaciones y las simulaciones de lesiones con consecuencias muy superiores a lo realmente ocurrido.
Es precisamente contra estas actitudes —y las correspondientes exageraciones; sin señalar a nadie, se hicieron virales las imágenes de Saelemaekers retorciéndose en el suelo de dolor tras un pisotón— donde el AIA quiere actuar, aunque con poquísimas herramientas. Amonestar a quien recibe un golpe en el estómago y lo simula en la cara es posible, pero muy complicado. Quien engaña al árbitro no ayuda al juego: los partidos se alargan, crece el nerviosismo y también se ahuyenta a los aficionados.
En cuanto al protocolo del VAR, la gran dificultad siguen siendo las manos. Rocchi recalcó dos puntos. El primero: hace falta una línea clara, aunque implique decisiones contraintuitivas. Respetar el reglamento y el protocolo es clave, incluso cuando parezca ir contra el espíritu del juego. La coherencia, al final, compensa. El otro aspecto esencial, puramente futbolístico, es atender a la dinámica de las acciones: un brazo abierto puede ser punible o no, pero el VAR no está para arbitrar a cámara lenta.



