Más allá de los récords, Yamal quiere otra cosa en su carrera: "Espero que los niños quieran ser como yo"

"La gente me ha dicho que ha vuelto a ver fútbol gracias a mí". Pura verdad de Lamine Yamal, catapultado a los focos de todo el mundo por su irrupción descomunal con el FC Barcelona y la selección española, pese a pertenecer a la generación de 2007. Un talento precoz, cristalino y limpio que ha permitido a la afición blaugrana y a los amantes del fútbol disfrutar del nacimiento de un futbolista único en su especie, llamado a pelear con los más grandes por conquistar el Balón de Oro. A la espera de lucirse en el Mundial 2026.

Pero hay un factor, desconcertante, que hay que saber manejar. "Es difícil comportarse como un chico de 18 años. Aunque quisiera, no podría. Los de mi edad van del colegio a casa; yo, en cambio, voy a entrenar con fotógrafos en la puerta y chavales con mi camiseta", apunta Yamal en su entrevista con 60 Minutes, sobre la fama que ha alcanzado a su edad. Y la vida normal es algo que casi ni recuerda desde hace dos años: "Me gustaría ir a comer a un restaurante como una persona normal, pero es imposible. La gente me pararía a cada segundo", cuenta.

"Así que hago cosas más sencillas: juego a videojuegos o voy a ver a mi hermano y a mi madre", explica Yamal como vía de escape. Con una misión clara en la cabeza para una carrera larga, con todos los mimbres a su favor: "Mi objetivo es cambiarle el día a la gente: no quiero batir todos los récords, no me interesa marcar un millón de goles ni jugar un millón de partidos. Soy alguien que quiere divertirse en el campo: espero que los niños quieran ser como yo y que la gente vuelva a casa más feliz que antes", remata el talento de Rocafonda.