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La creación del juego requiere del balón

La creación del juego requiere del balónTODOmercadoWEB.es
lunes 4 mayo 2020, 01:00Editorial
de Manuel Rodríguez

"Existen tres tipos de velocidad: la de traslación (en cuánto tiempo somos capaces de recorrer una distancia; es la velocidad que aseguraría, por ejemplo, Usain Bolt), la mental (que nos permite elegir la mejor entre muchas posibilidades casi en un acto reflejo; en el fútbol, pensar rápido o pensar antes de recibir la pelota se ha convertido en un factor crítico) y la técnica (que se llama precisión, y es la más importante de todas, porque va de lo individual a lo colectivo: si controlo el balón con un solo toque soy rápido; si paso con un solo toque, logro que mi equipo sea rápido). Para entenderlo no hacen falta números, solo ojo crítico". (Jorge Valdano, “Fútbol: El juego infinito”).

Vaya por delante que soy “apóstata” de los “medios-punta”, ya pasó mucho tiempo que me afilié a la idea antigua de que los defensas, defensas; los medios, medios; y los delanteros, delanteros. Y me alivió Camacho siendo seleccionador cuando también se mostraba acérrimo de esta misma idea, para algunos retrógrada, de que los equipos son: portero, defensas, medios y delanteros. Pero sabemos que esa visión “vintage” se puede flexibilizar, de hecho, estoy totalmente de acuerdo con Van Gaal cuando propugnaba hasta siete niveles en la ubicación de los jugadores en el campo de juego. Pero me explico, antes de nada, por qué los “medias-puntas” no me acaban de convencer, sabiendo que su trabajo entre líneas es necesario para un buen fútbol conectado. Sin embargo, esos jugadores (ni medios, ni delanteros) tienden a revestirse de derechos mientras que son muy relajados para cumplir obligaciones, tanto por iniciativa propia como por un exceso delegado por los propios técnicos. Para mí, los futbolistas “medias-puntas” suelen distraerse con frecuencia en el trabajo defensivo de equipo, se permiten realizar regates en cualquier zona del campo provocando con frecuencia pérdidas innecesarias en áreas peligrosas del equipo, tienden a dar “pases milagrosos” a distancias inapropiadas, en todo momento y en cualquier ocasión para obtener el beneplácito fácil de la grada. En suma, me parecen jugadores con perfil casi permanente de “juego para la galería”. En fin, tampoco pretendo echar por tierra una función muy importante en un equipo de fútbol de esta época moderna, siempre y cuando no degenere en vacuo “fútbol de salón”.

Me gustó leer una opinión, octubre 2016, a Lucio Stortoni Ruiz, en @fulboblog: “El puesto del enganche acompaña a la historia del fútbol casi en su totalidad y, si bien para algunos fue un invento húngaro y para otros surgió en el Río de La Plata, lo que se da por sabido es que tiene tantos años como belleza tiene este deporte. El futbolista encargado de ser el enganche del equipo es aquel que tiene visión y velocidad… los grandes enganches de la historia han contado, principalmente, con los dos últimos tipos de velocidad: la mental y la técnica. La rapidez física es un accesorio complementario que solo gana utilidad en el caso de que el jugador esté provisto de las otras velocidades. El fútbol no es llegar primero, el fútbol es llegar bien. También es importante aclarar que el enganche no es una posición geográfica, sino un rol. No es cuestión de pararse en tres cuartos de cancha o en un lugar específico, lo importante es tener la calidad y personalidad necesaria para conducir el balón interpretando cuántos toques tiene que dar para que la jugada tenga sentido y fluidez: a veces a un toque, pero no siempre a un toque. A veces se requiere un pase para adelante, pero no siempre se requiere de un pase hacia adelante. El enganche no debe mecanizar, debe interpretar.” (…) “Los equipos de Josep Guardiola - como todos los equipos que han hecho historia a lo largo del fútbol por su buen juego - han tenido una característica esencial: la tendencia de que muchos jugadores sean "enganches". Juan Román Riquelme - considerado uno de los mejores argentinos de la historia en esta función - afirmó recientemente que el Barcelona jugaba con cinco de éstos: Busquets, Xavi, Iniesta, Messi y Neymar, ya que todos ellos, con sus obvias diferencias, cuentan con características distintivas del rol… El Barcelona de Guardiola dio un paso más allá, llegando a jugar con seis jugadores a los cuales se les atribuían particularidades inherentes al puesto del enganche: Piqué, Dani Alves, Busquets, Xavi, Iniesta y Messi”.

(…) “En el libro de Vicente Muglia - periodista argentino que trabaja desde 1997 en el diario Olé - llamado “Che Pep”, Gabriel Milito dice lo siguiente al respecto: "Los entrenadores que había tenido en mi carrera se preocupaban por remarcarme que, por el puesto que yo ocupaba dentro del campo de juego, no tenía que arriesgar. “Gaby, control y pase”, me pedían. Algunos me explicaban incluso que perder una pelota en la zona donde yo me movía era muy peligroso para el equipo. A mí desde chico siempre me gustó avanzar, llevar la pelota hacia adelante, pero como profesional nunca tuve la suficiente libertad para hacerlo, salvo jugadas aisladas. Cuando me tocó Pep en el Barcelona, me abrió la cabeza. En los entrenamientos yo hacía control y pase como me había acostumbrado a lo largo de tantos años y él un día me agarró y me dijo: “No, Gaby, tú tienes que avanzar con la pelota hasta la mitad de cancha”. Por eso, es tan interesante lo que apunta Lillo: “Jugar para tenerla en lugar de tenerla para jugar”. De ahí que, “cuando el “tiki-taka” es un fin, el aburrimiento ataca a todos los espectadores”.

Ya en julio de 2008, Robert Basic firmaba un artículo sobre “Un jugador con brújula”. “Dicen los entendidos que para jugar en el centro del campo hay que estar hecho de otra pasta, porque después de un fallo y la protesta sonora de 90.000 malhumorados hay que volver a intentarlo. Xavi Hernández es un ejemplo canónico de medición, control y paciencia: “No quiero perder nunca el balón y me obsesiona dar un mal pase”. Sin duda, ha sido el prototipo de jugador controlador y orientador del juego del Barcelona. En noviembre de 2012, yo mismo escribí “Xavi juega de circuncentro”: “Mantuve hace tiempo que la organización de juego, tanto del Barcelona como de la Selección española, es una especie de dibujo táctico que acaba formando, en torno al balón, “círculos concéntricos”, donde la pelota siempre es el centro. Ilustraba la figura, metafóricamente, recordando aquella escena infantil cuando tirábamos una pizarra a una charca de agua remansada procurando que aquella se deslizase por la superficie provocando múltiples y sutiles ondas que se desplegaban hasta que la última llegaba a la orilla... “

“Es proverbial que en aquel entonces se insistía que, en la fase de elaboración, cualquier jugador con el balón ha de tener como mínimo dos líneas de pase para escoger la más conveniente… y elimina las líneas de presión rivales. Ya Xavi Hernández explicaba: “No puedes perder el balón”. O sea, el balón y la brújula son inseparables, aunque habrá amplias opiniones que dictaminan aquello de que el fútbol es pura matemática, o geométrico, sobre todo si se lee a Manna: Cinco lados: Busquets, piedra angular, Xavi, Iniesta con Cesc y Messi intercambiando posiciones siempre en un pentágono posicional... Si el fútbol es crear triángulos, ahí está Xavi situado como circuncentro…” (Ver más amplitud de conceptos en mi libro “Esplendor en la hierba. Por un fútbol emocional sin zancadillas”.)

Cuando veíamos jugar a Xavi era inevitable recordar lo que decía Saramago: “La vida es una navegación difícil sin una buena brújula”. Y aquel jugador dejó un gran bagaje en la forma de jugar, que se supone seguirá transmitiendo cultura en su nueva orientación profesional como entrenador. Pero todo ello precisará de aclaraciones a lo que pueda ocurrir. Como escribiera (David Álvarez, ElPaís, 19. abril.2020), el presidente de la Sociedad Española de Epidemiología, Pere Godoy, aseguró: “La vuelta temprana del público a las gradas pondría en riesgo la ralentización del avance de la pandemia… Un partido de fútbol con 100.000 personas no es solo la cercanía de la gente en el estadio; es también cómo llegan hasta allí, qué aglomeración se genera en el transporte público. Es una situación muy propicia a la transmisión, por eso soy pesimista”. En el mismo medio, y en la misma fecha, José Sámano escribió sobre “El fútbol y el síndrome del nido vacío”: “Se reproducen las voces sanitarias y deportivas que evocan sin querer a Mario Benedetti. “Un estadio vacío es un esqueleto de multitud”. La célebre y fúnebre metáfora del maestro uruguayo turba en estos tiempos al deporte, abocado a competir sin público. Una anormal normalidad a la que se enfrenta sin remedio: el síndrome del nido vacío. Por mucho que se trate de la mayor industria de entretenimiento, sus anclas son sentimentales, se forjan desde la infancia. La telecracia que se avecina no bastará”.

O sea, nueva insistencia, y cuestión irrenunciable, el juego del fútbol necesita de balón. Ahora bien, ¿Y dónde vamos sin aficionados? El fútbol televisado puede resultar una solución temporal pero nunca podrá compensar la falta de público, aparte lo que cada uno contribuya a las arcas de los clubes. Porque nunca podremos disfrutar de un fútbol bello en un campo vacío, por más que dos equipos aguerridos de veintidós jugadores disputen el juego con la máxima energía. De ahí mi negativa a mantener en pie ninguna “verdad absoluta” del fútbol.