Kolasinac, espíritu de 'working class' para una Atalanta que debe reencontrarse

El desastre de los tres goles encajados en Verona no ha hecho más que subrayar un aspecto clave del que Atalanta BC no puede prescindir en momentos así: la cabeza y el hambre marcan siempre la diferencia, por encima del talento. La Dea ha vuelto a ser tan lenta como falta de intensidad, salvo por quien hoy puede erigirse en símbolo de lo que el equipo debe ser sobre el césped: Sead Kolasinac.

Raffaele Palladino ha subrayado en varias ocasiones que Atalanta necesita garra, pero sobre todo intensidad para ganar partidos. Sin embargo, es evidente que, entre la clasificación y los cantos de sirena del mercado, el miedo a la llamada “barriga llena” en algunos jugadores está al acecho. Sead Kolasinac, en cambio, es todo lo contrario. Desde que reapareció tras la lesión, dejó claro que no iba a ser un simple actor secundario: al fin y al cabo es una especie de “John Rambo”, capaz de adaptarse a lo que sea con tal de cumplir la misión.

En el Bentegodi, con una Atalanta que se venía abajo, entró tras el descanso para pelear, generar alguna ocasión y, sobre todo, dejar una acción que le definió como el mejor sinónimo de ‘camiseta siempre sudada’. Con el partido ya cuesta arriba, en un choque se lanzó literalmente a por el balón y se llevó una patada en la cara de un jugador del Hellas Verona FC: pura decisión de echar el corazón por delante, sin mirar las consecuencias, con tal de darle a la Atalanta aunque fuera una mínima esperanza más.

La Dea debe volver a arrancar desde ese espíritu, el de Sead Kolasinac: el ejemplo de esa mentalidad de ‘working class’ que, ahora más que nunca, la Atalanta debe hacer suya para recuperar constancia, hambre y ganas de seguir peleando pese a las dificultades.