Gil Marín, Bartomeu y la paja en el ojo ajeno

Admitiendo que las quejas del Atlético de Madrid contra el Barça por el manejo del 'caso-Griezmann' son legítimas, especialmente por la manera que tuvieron Amor, Bartomeu o Luis Suárez de meterse en charcos que no correspondían, de forma gratuíta con las declaraciones públicas, cabe recordar que el club rojiblanco también guarda en su armario cadáveres similares. Quizá no está tan fresco el modo en que manejaron la salida de Vitolo del Sevilla. Atlético, Barcelona, Madrid, y hasta los clubes chicos faltan a las normas existentes que, siempre en el plano teórico, prohíben negociar con futbolistas con contrato en vigor. ¿Con cuántos cientos de agentes de jugadores vinculados a otras instituciones ha negociado Gil Marín desde que está en el mundo del fútbol? La misma pregunta podía ser formulada a Bartomeu. ¡Qué ejercicios de hipocresía! ¿Cómo se puede cargar contra Neymar por su nefasto comportamiento del pasado verano coqueteando con el PSG (y antes con sabe Dios cuántos clubes) cuando estás tocando futbolistas de rivales directos sin el más mínimo pudor, filtrándolo o reconociendo las conversaciones públicamente? Nadie está exento de culpa, todos tocan a los jugadores que pueden. Seguramente lo que más duele al Atlético es el descaro culé, la falta de discrección. Ironía del destino, el club que se quejaba de la inflación generada por el PSG al pagar los 222 millones de la cláusula de Neymar, llevará gastados en 12 meses más de 300 millones más unos variables importantes por tres jugadores, dos de los cuales fueron contratados desafiando el sentido común.