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Un grito del corazón

Un grito del corazónTODOmercadoWEB.es
domingo 18 octubre 2020, 01:00Editorial
de Manuel Rodríguez
“El corazón es un niño: espera lo que desea”. (Proverbio ruso).

Así lo firmaba Jorge Valdano (ElPaís, 17. julio. 2020): “Si algo aprendimos durante la pandemia es que el corazón del fútbol no late en estadios vacíos y que el respirador mecánico de la televisión, que lo mantiene con vida como industria, es insuficiente. La pasión que le pedimos al fútbol está desperdigada por los hogares y devaluada por no encontrar una caja de resonancia. La Covid no le ha quitado un solo aficionado al Madrid y al Barça, pero ni hay euforia para festejar al Madrid campeón ni pañuelo que pongan en peligro la presidencia de Bartomeu. Hasta el VAR, otro subproducto televisivo, se va a ir de rositas después de haber convertido el fútbol en una mamarrachada. Llegó en nombre de la justicia, y la conculca al pretender que un juego dinámico se juzgue en cámara lenta o con una foto fija. Que le devuelvan los latidos al fútbol, y que el corazón aproveche para pegar cuatro gritos y poner las cosas en su lugar”.

Se le nota al argentino su fobia por la tecnología en el fútbol y así lo ratifica abiertamente. Mi posicionamiento, quizás, es más tolerante por cuanto tengo esperanza de que todo vaya perfeccionándose y, sin duda, tampoco me gustan las cuestiones negativas del VAR. Pero, creo que formará parte del sistema cardio-circulatorio del fútbol futuro, la cuestión será cómo se puede ir incorporando de una manera más espontánea, más natural, más transparente y menos dudosa, para evitar las eternas controversias. Creo que estamos todos los futboleros de acuerdo, los partidos deben ser arbitrados por el árbitro y que las decisiones complejas no se las den guisadas desde la “maquinita” y sus “maquinistas”.

Santiago Segurola escribió esta reflexión: “En el fútbol, como en casi todo, pesa más la percepción que la realidad. Zidane no pone cara de velocidad, ni su gesto es adusto, ni confunde su trabajo con el de un capataz cuartelero. De esos han pasado varios por el Real Madrid, tacticistas de mano dura que luego no eran ni prodigios de la táctica, ni buenos conductores de la plantilla. Sin embargo, por razones inexplicables, suelen gozar de un prestigio inmerecido. Zidane ha exprimido hasta la última gota de la plantilla en el sprint largo y extenuante de esta Liga, 11 partidos sin apenas descanso entre las jornadas. Si tenía la ventaja de una plantilla mejor y más larga que los demás, la ha aprovechado magistralmente…”

(…) Su tacto para mover la plantilla ha sido impecable. El nuevo sistema, con cinco cambios, le favorece por la categoría de los jugadores y porque le permite utilizar a gente que de otra manera habitaría las regiones siberianas del banquillo… El Madrid se movió por la Liga con la potencia de un portaviones y la agilidad de un catamarán. Zidane utilizó todo el arsenal de jugadores, varió de táctica (4-3-3, 4-4-2, 4-2-3-1, 4-5-1) cuando lo consideró oportuno… Fue una recta final donde los más jóvenes acompañaron bien a los veteranos, que se encargaron de liquidar la Liga. Quizá no fue un Madrid pleno. Jugó muy bien a ratos… El equipo irregular hasta el confinamiento ha recorrido como la seda el posterior calendario exprés. Lo ha dirigido un entrenador que de ninguna manera quiere elevarse sobre los jugadores y quitarles plano. Es el último de una saga que integran técnicos como Miguel Muñoz y Vicente del Bosque. Sobre ellos también pesaban prejuicios, pero daba igual. Encontraban la manera de ganar y dar cuerda a los jugadores”.

La pena de todo esto es que los entrenadores de buen trato humano son reconocidos muy al final de sus trayectorias y gracias a sus éxitos reales acaban ganándose el respeto que se les niega al principio de su gestión. Y esto, inexcusablemente, deberá formar parte de los resortes para que un equipo de fútbol funcione a medio y largo plazo. Y una evidencia, la maestría de Zinedine Zidane en la gestión del final de Liga pasado denota una capacidad fuera de lo habitual. De flores en el culo, nada de nada. Su estilo trasciende, sin dudas.