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Dueño de sus actos, esclavo de sus palabras

Dueño de sus actos, esclavo de sus palabrasTODOmercadoWEB.es
martes 17 diciembre 2013, 00:00Editorial
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La destitución de Miroslav Djukic ha dejado en muy mal lugar al presidente del Valencia, Amadeo Salvo. El mandatario valencianista, que llegó al cargo el pasado verano, ha echado por tierra toda su credibilidad. Sus palabras de apoyo al técnico a comienzos del mes de octubre, cuando se atisbaban los primeros indicios de crisis, asegurando que Djukic acabaría la temporada "pasara lo que pasara" han dejado retratado a Salvo.

Es cierto que con la incorporación de Rufete a la estructura de a dirección deportiva, Salvo vio una forma de escapar. Rápidamente utilizó el nombramiento para hacerle responsable de una posible destitución. "Será Rufete el que tome las decisiones con respecto a la continuidad del entrenador", aseguró con la clara intención de cubrirse las espaldas después de su metedura de pata inicial.

Ahora toca reconducir la nave valencianista. La convulsa situación social y los líos deportivos, especialmente en el inicio de la competición, han llevado al Valencia a vivir uno de sus peores campañas en los últimos años.

En lo institucional, los problemas parecen tener difícil solución. En lo deportivo, el club se pretende encomendar a Juan Antonio Pizzi. El entrenador hispano-argentino acaba de ganar el título de Liga en Argentina con San Lorenzo de Almagro. El Valencia ve en él algo así como su "Cholo", pero hay demasiados matices. Para empezar Diego Pablo Simeone fue uno de los referentes atléticos en su etapa como jugador. Pizzi visitó un año la camiseta del Valencia, pero en España será recordado más por su paso por Tenerife o Barcelona, que por su estancia en la capital del Turia.

La decisión está tomada. Solo falta el sí del técnico, que se supone llegará a lo largo de la semana. Pizzi tiene trabajo por delante. Primero ganarse la confianza de unos jugadores, que dieron la espalda casi desde el inicio a Djukic. Y luego devolver al Valencia a los primeros puestos de la clasificación.

Lo dicho, Salvo es esclavo de sus palabras y en este caso, dueño de sus actos. Seguro que con Pizzi no cometerá el mismo error.