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ATLÉTICO: EL TRAJE DEL PUPAS

ATLÉTICO: EL TRAJE DEL PUPASTODOmercadoWEB.es
lunes 26 noviembre 2012, 00:00Editorial
de

Desde que el periodismo vendió su dignidad en aras de la audiencia, el negocio consiste en trasladar a la opinión pública que todo aquello que no huela a los dos de siempre, debe ser puesto en cuarentena. Aquel SuperDepor de mérito bestial fue el segundo equipo de todos hasta que ganó la Liga. Entonces ya no era tan popular para el periodismo, ni para la opinión pública. Recuerden aquel Valencia de Rafa Benítez, que caía en gracia cuando comenzó el campeonato, hasta que concatenó una racha de victorias que alborotó el gallinero. Entonces dejó de caer simpático y pasó a ser considerado un equipo pegón y agrio. Qué decir del Sevilla. Todo eran risas, panchitos y confeti hasta que ganó títulos y fue seria alternativa. En ese mismo momento dejó de ser simpático y pasó a ser identificado como un equipo pendenciero, áspero y desagradable. Ahora es el Atlético el que ha ocupado esa vacante libre. Empezó como un chiste, como un brindis al sol, marginado porque era un globo inflado que se deshincharía al primer contratiempo. Vende menos que los gases verbales de los de siempre y no genera tanta audiencia como los ojos inyectados en sangre de los telepredicadores del villarato, de acuerdo. Pero resulta que ahora el Atlético ya no cae simpático, porque no para de ganar y se ha invitado a una fiesta ajena.

Para desgracia de quienes velan por la salud del negocio, el Atlético no entra en proceso de autodestrucción. Durante muchos años, ha jugado el papel de obediente comparsa y chiste facilón en la oficina. Durante lustros, lejos de denunciar el expolio del club por parte de la familia Gil, el negocio le improvisó una leyenda negra al Atlético, un mantra repetido mil veces que, aunque fuese mentira, mutó en verdad social. Le diseñaron un traje a medida, el del pupas, para presentarle en sociedad como un perdedor. El escalafón mediático era tan explícito como inalterable: el Madrid fuma puros, el Barça cajetillas y el Atlético, recogiendo las colillas. Hoy, el negocio resiste: si gana ocho veces seguidas, ochenta o ochocientas cincuenta, el Atlético es una partida de dados. Si saca uno, dos, tres, cuatro o cinco, es motivo de befa y sólo se habla de él para decir que sus estrellas se quieren ir. Y si saca seis, le obligan a tirar otra vez. Tiene cinco veces menos presupuesto que los dos de siempre y apenas se ha gastado un ridículo millón de euros en refuerzos, pero este Atlético no cede. Algo falla. No es posible. El chiste ya no hace gracia.

El equipo de Simeone está poseído por algo que sólo él cree posible y no se detiene para recrearse en el paisaje. No piensa en el fracaso, no vive pendiente del Madrid porque se mira a sí mismo y se ha sacudido esa línea editorial destructiva que complace a quienes le dispensan trato de mujer barbuda. Llevan tantos años diseñándole el traje del pupas, que ahora no están programados para salir de ese guión. Y es sencillo. Simeone ha obligado a los atléticos a un ejercicio obligado: dejar de abrigarse en el fatalismo, dejar de poner excusas y pelear como un pequeño para ser grande. No importa que al Atlético le ninguneen de manera constante, ni que se tapen sus méritos, ni que ahora ya no caiga tan simpático porque gana muchos partidos. Gane o pierda el derbi, de un paso de gigante o salga goleado, el comeback del Atlético es real. Por mentalidad y vísceras, camina con decisión hacia la playa y tiene a la altura del muslo el agua de McArthur. Y el traje de pupas que le diseñaron a medida, ahora duerme en el contenedor de la basura.